miércoles, 7 de marzo de 2012

Poe: versiones cinematográficas y continuadores

A continuación tenéis dos documentos interesantes sobre la obra y la influencia de Edgar Alan Poe. Corresponden a dos artículos de El país, con mínimas modificaciones.
Del primero (6/marzo/2012) aprovecharemos la pequeña guía que presenta sobre  algunas de las adaptaciones al cine más célebres de la obra de Poe. El segundo corresponde a un artículo de Fernando Sávater ( 24/1/2009) titulado Los hijos de Poe.
Adaptaciones al cine:
 • La caída de la casa Usher. Destacamos dos versiones sobre este relato. La primera, la de Jean Epstein y Luis Buñuel, de 1928, que por cierto acabaron muy mal ya que Epstein se desentendió bastante de la historia original, ante lo que Buñuel se llevó las manos a la cabeza. La segunda versión es la de Roger Corman y Vincent Price de 1960. Supuso el inicio de las grandes películas B de Corman con temática Poe.
El gato negro. Los estudios Universal de la primera mitad del siglo XX son sinónimo de películas de terror. Poe fue una de las grandes influencias. Destacamos la adaptación de 1941 de Albert Rogell, con Bela Lugosi en el reparto.
• Los crímenes de la calle Morgue (1932). Bela Lugosi, un año después de ser Drácula, protagonizó esta versión que sufrió tijeretazos de la censura en varias escenas de asesinatos.
El cuervo. Probablemente la historia más famosa de Poe. Destacamos tres versiones totalmente diferentes. La primera, la adaptación de 1935 con Lugosi y Karloff a la cabeza. La segunda, la de Corman de 1964, que contó de nuevo con Karloff, por cierto, acompañando a Vincent Price y Peter Lorre.  Y la tercera, la versión en corto (16 minutos) que Tinieblas González y Karra Elejalde hicieron en 1999.
• El péndulo de la muerte (1961). Segunda incursión de Corman y Vincent Price en el universo Poe.
La obsesión (1963). Adaptación de Corman de La inhumación prematura.
La tumba de Ligeia (1964). La última película de Corman sobre el autor de Baltimore.
Historias extraordinarias. En 1968, tres grandes cineastas europeos, Louis Malle, Roger Vadim y Federico Fellini adaptaron varios relatos de Poe con un reparto variopinto: Briggitte Bardot, Terence Stamp, Jane Fonda…

 En el siguiente vídeo, podéis oír a Vincent Price, leyendo El Cuervo (en su idioma original, lógico, y con subtítulos; así reforzáis vuestro conocimiento del inglés : 



Los hijos de Poe
De pocos autores puede decirse que hayan dado origen a un nuevo género literario, pero a Edgar Allan Poe se le atribuye a justo título la paternidad de dos: el cuento fantástico moderno y la narración detectivesca. Dejemos en esta ocasión a un lado a Dupin y su progenie de sabuesos. Poe introduce en literatura el virus hasta hoy felizmente incurable de una nueva forma de lo macabro y lo espeluznante, elementos ancestrales de los relatos desde que los primeros humanos se sentaron a escucharlos en torno al fuego recién inventado, mientras en la negrura circundante acechaban los tigres de dientes de sable y barritaban los mamuts. Sin duda el autor norteamericano toma algunos ingredientes para su pócima -la comicidad grotesca, los personajes caricaturescos y las visiones opiáceas- del inevitable E. T. A. Hoffmann, pero su receta es absolutamente personal. Para empezar, descarta las concesiones a la superstición, a la leyenda milagrosa y a los demonios de sacristía. Su pánico no viene de fuera sino que nace en el interior descreído del hombre moderno. Como bien aclara en el prefacio de sus Cuentos de lo grotesco y arabesco con orgullo de precursor: "Si el terror ha sido el tema de buena parte de mis obras, este terror no proviene de Alemania sino de mi alma".
En sus narraciones lo sobrenatural siempre es la prolongación de lo natural por otros medios: lo que desafía a las leyes de la naturaleza es la subjetividad que las interpreta y quisiera transgredirlas hasta sacudirse su yugo fatal. En la mayor parte de los casos los cuentos están narrados en primera persona para que el lector tenga menos escapatoria cuando llegue lo irremediable. Sus protagonistas llevan dentro de sí una grieta precursora del inminente desastre, como la fachada de la casa Usher. Por esa grieta penetran -o salen- los espectros encarnados del pavor. Pero no hay en dichos relatos concesiones a la vaguedad ni la incoherencia de corte romántico: son artefactos lógicos, de precisión clínica, en los que cada acontecimiento y cada detalle ambiental se encaminan a producir un efecto único y traumático. Por eso resultan inolvidables y hasta quienes menos aprecian sus recursos truculentos no pueden ya librarse nunca de lo que les sucedió al encontrarse por vez primera con el corazón delator o cuando conocieron al señor Valdemar.
Es difícil comprimir en pocas líneas la nómina de seguidores que tiene Poe, tanto entre los escritores como primordialmente entre los lectores, aunque naturalmente sólo puedo referirme con nombres y apellidos a aquellos. Los primeros estuvieron, por supuesto, en su propio país, como su contemporáneo de origen irlandés Fitz James O'Brien (su impresionante cuento ¿Qué era aquello? prefigura El Horla de Maupassant y las pesadillas de Lovecraft, ambos también discípulos del bostoniano) o Ambrose Bierce, el mejor de todos por su humor macabro y el trato familiar con fantasmas, que sólo igualará M. R. James. Después Baudelaire lo importa a Europa y así impregna a los mejores de cada país: Villiers de l'Isle-Adam, Gustavo Adolfo Bécquer (algunas de sus Leyendas cuentan entre lo más exquisito del género), Sheridan Le Fanu o el mismísimo Charles Dickens. Quizá el mejor heredero de Poe sea R. L. Stevenson, no sólo en la obra maestra Jeckyll y Hyde sino también en Olalla o Markheim. Después, Arthur Machen, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde y la lista inacabable de los contemporáneos: Borges, que sigue la línea lógica y cosmológica menos frecuentada, Robert E. Howard (Palomos del infierno, La sombra de la bestia), Ray Bradbury, Julio Cortázar, Richard Matheson (¡aquella negra maravilla de tres páginas con que se dio a conocer, Nacido de hombre y mujer!), Robert Bloch, Jean Ray, Stephen King o buenos autores españoles como José María Latorre o Pilar Pedraza... Porque ¿quién de los que ayer o incluso hoy mismo de verdad cuentan no sigue la traza de Poe, es decir, su poe-ética?

Lamentamos que su vida fuese breve, como si supiésemos cuánto debe durar la vida de cada cual para realizarse plenamente. Y le compadecemos porque fue desdichado, atendiendo superficialmente a su neurosis, a su pobreza, a la pérdida temprana de su amada Virginia, a su alcoholismo... Demasiada presunción por parte de nosotros, los felices. ¿Desdichado? Nada sabemos del gozo sombrío de inaugurar esa alameda rigurosa y siniestra por la cual aún transitamos, con la jauría infernal en los talones. Quizá él nos espera, sonriente y verdoso, al otro lado.


No hay comentarios:

Publicar un comentario