Johann Wolfgang von Goethe es el gran escritor por excelencia de las letras alemanas. Su primera novela, .Las cuitas del joven Werther, (Las desventuras, en otras traducciones) sitúa a su autor como guía del movimiento Sturm und Drang y marca el comienzo, no sólo del Romanticismo, sino de la literatura alemana propiamente dicha, que hasta entonces había subsistido a base de modelos franceses e ingleses.
La obra, que incluye elementos autobiográficos y se presenta bajo el género epistolar, presenta el siguiente argumento:
El joven Werther, a través de una serie de cartas enviadas a su amigo Wilhelm narra todos los sucesos que le ocurren en su traslado a un pequeño pueblo llamado Wahlheim, donde se dedicará a sus aficiones favoritas, la lectura y la pintura.
Allí conocerá a una serie de personajes que calarán en su vida: una mujer y sus hijos, un joven enamorado de una viuda para la que trabajaba y que le hizo enloquecer, el administrador del príncipe. Pero sin duda, su vida cambiará cuando conozca a Lotte, hija del administrador y de la que se enamora profundamente desde la primera vez que la ve. A pesar de su compromiso con Albert, Werther no perderá la esperanza de poder conquistar el corazón de la joven Charlotte. Sus continuas visitas a la joven aumentarán los deseos, así como el amor que siente por ella, llegando, en ocasiones, a creer que es correspondido.
Aconsejado por su amigo Wilhelm, abandona el pequeño pueblo para ir a trabajar a la ciudad como secretario del Embajador. Pero las relaciones entre ambos no son nada buenas, así como la añoranza que tiene el protagonista, tanto del pequeño pueblo de donde procede, como de su amada Lotte. Por todo ello, el joven decide regresar a la pequeña aldea, pero allí todo ha cambiado: Lotte se ha casado, la madre de los niños ha perdido a uno de ellos, y el joven enamorado de la viuda ha cometido un terrible asesinato por el que es encarcelado. Todo ello conlleva que la vida se le haga insoportable. Unido a ello, continúa el profundo amor que siente por Lotte y que va aniquilando su personalidad. Ésta, entristecida por los desórdenes emocionales de Werther, decide alejarse y poner distancia en la relación que, tiempo atrás, tanto los unió. Este hecho trastorna mucho más a Werther quien, enloquecido, visita por última vez a Lotte, consigue abrazarla y besarla y marcha a su casa, donde pondrá fin a su vida pegándose un tiro con unas pistolas prestadas por Albert.
Fragmentos:
22 de mayo
La vida humana se reduce a un sueño, esto es lo que muchos
han creído, y tal idea no deja de perseguirme. Cuando me detengo a pensar en
los estrechos límites en que están circunscritas las facultades activas e
intelectuales del hombre; cuando veo acabarse todos sus esfuerzos por
satisfacer algunas necesidades que no tienen más intención que prolongar la
desgraciada vida; que toda nuestra confianza o tranquilidad sobre ciertos
puntos de la ciencia, es sólo una resignación fundada sobre quimeras y
ensueños, y producida por esta ilusión que cubre las paredes de nuestra prisión
con pinturas diversas y perspectivas de luz; todo esto me deja mudo, amigo
Guillermo. Me reconcentro y encuentro en mi ser todo un mundo; pero un mundo
fantástico, creado por presentimientos, por deseos sombríos, en el que no se
halla ninguna acción viva. Todo nada, todo flota ante mí, cubierto de una
espesa nube y yo me adentro en ese caos de ensueños con una sonrisa en la cara.
Pedagogos, maestros, todos acuerdan que los niños no saben lo que quieren; pero
que también nosotros, niños grandes, damos traspiés por este mundo sin saber de
dónde procedemos o adónde nos dirigimos; lo mismo que los pequeños, obramos sin
intención; igual que los niños nos dejamos llevar por golosinas de diferentes
tipos o por el castigo; esto es lo que nadie quiere creer, ni convenir en ello;
y según yo es, sin embargo, una cosa evidente.
En fin, concedo gustoso (porque sé lo que vas a contestar)
que los venturosos sean aquellos que, como niños, viven al día, llevan su
muñeca de un lugar a otro, la visten, le quitan la ropa, pasan y repasan
respetuosos delante del cajón donde mamá tiene las golosinas y que cuando
saborean alguna lo hacen ansiosos y a gritos piden más.
Pues bien, sí, ¡he ahí criaturas afortunadas! ¡Venturosos
también los que bautizan con un nombre pomposo o un título imponente sus
fútiles ocupaciones e incluso sus mismas pasiones, para presentarlas al género
humano como obras gigantescas, emprendidas para traerle mayor prosperidad o
para salvarle!
Por mi parte, repito: buen provecho tengan, tanto ellos como
los que quieran o puedan creer como ellos. Pero el que en su humildad reconoce
lo inútil de todas esas vanidades; el que ve al hombre acomodado arreglar su
jardín como un paraíso, y al mismo tiempo ve pasar a un desgraciado jornalero
encorvado bajo el peso de una carga abrumadora, sin desanimarse, y que ambos en
fin muestran el mismo interés en contemplar siquiera un minuto más la luz del
sol; ése está tranquilo, crea su universo en sí mismo y se considera feliz sólo
por ser hombre. Por limitado que sea su poder, abriga siempre en su corazón el
sentimiento y sabe que puede dejar esta cárcel cuando así lo disponga.
18 de agosto
¿Es preciso que lo que constituye la felicidad del hombre
sea de igual forma el origen de su miseria? Aquel sentimiento cálido y pleno de
mi corazón ante la vivaz naturaleza, que inundaba mi alma con torrentes de
delicias y convertía en un paraíso el mundo que me rodea, ha llegado a ser un
insoportable verdugo, un espíritu que me atormenta y me persigue por todas
partes. Cuando miraba otras veces desde las crestas de las rocas, más allá del
río, hasta las lejanas colinas, el fértil valle y veía que todo germinaba con
lozanía a mi alrededor; cuando veía estas montañas bordadas, desde la falda
hasta la cima, de espesos y corpulentos árboles; estos valles salpicados de
risueña floresta en todos sus contornos; el arroyo apacible que deslizaba,
adormecido por leve ruido de los cañaverales, reflejando las matizadas nubes,
que la brisa suave de la tarde se balanceaba en el cielo; cuando oía a los
pájaros, animando con su voz la enramada, mientras copiosísimo enjambre de
insectos jugueteaba alegre en los últimos rayos del sol, a cuyo destello el
escarabajo, oculto antes debajo de la hierba, abandonaba, zumbando, su prisión;
cuando el ruido y la vida llamaban mi atención hacia la tierra y el musgo que
arranca su alimento a la dura roca y las retamas que crecen en la pendiente de
la seca colina, me descubría la íntima, ardiente y santa existencia de la
naturaleza, ¡con qué júbilo tomaba todos estos objetos mi corazón emocionado!
Yo estaba como un dios en este mar de riqueza, en este enorme universo, cuyas
formas sublimes parecían moverse, animando toda mi creación en lo más profundo
de mí. Me rodeaban enormes montañas; tenía delante de mi desfiladeros de gran
hondura, donde se precipitaban torrentes de tempestad; los ríos se deslizaban
bajo mis pies; oía un rugido en los bosques y los montes, agitándose y
confundiéndose todas estas fuerza enigmáticas en las profundidades terrestres,
mientras sobre ella, y bajo el cielo, revoloteaban las razas infinitas de los
seres que lo pueblan todo de mil maneras diferentes. Y los hombres se
consideran reyes de este vasto universo, acurrucándose juntos en el nido de sus
pequeñas moradas. ¡Pobre loco, a quien todo debe parecer mezquino, porque eres
muy pequeño! Desde la inaccesible montaña y el desierto que ningún pie ha
pisado a la fecha, hasta la última orilla de los océanos desconocidos, lo anima
todo el espíritu del creador, gozándose en estos átomos de polvo, que viven y
lo entienden. ¡Ah!, cuántas veces deseaba entonces, con las alas de la garza
que pasaba sobre mi cabeza, trasladarme a las costas de ese inmenso mar, para
beber en la espumosa copa de lo infinito esas dulces delicias y sentir, aunque
sólo fuera por un instante, en el corazón, una gota de felicidad del ser que
todo lo engendra en él y por él. Hermano mío, el recuerdo de tales momentos es
suficiente para darme fuerza. Más aún, los esfuerzos que hago para recordar
estos sentimientos inexpresables, para alcanzar a entenderlos, elevan mi alma
sobre sí misma y me obligan a sentir la doble angustia de mi estado actual.
Parece que se ha levantado un velo delante de mi alma y el
escenario de la vida interminable no se convierte ante mis ojos en el abismo de
la tumba, siempre abierta. ¿Puedes decir “esto existe” cuando todo pasa, cuando
todo se precipita con la rapidez del rayo, sin conservar casi nunca sus fuerza,
y se ve, ¡ay!, encadenado, tragado por el torrente y despedazado contra las
rocas? No hay momento que no te consuma, que no acabe con los tuyos; no hay
instante en que no seas, en que no debas ser destructor; tu paseo más inocente
cuesta la vida a millares de pobres insectos; uno solo de tus pasos destruye
los dedicados edificios de las hormigas y sumerge todo un pequeño mundo en una
tumba.
¡Ah!, no son las enormes y escasas catástrofes del mundo, no
son las inundaciones, los temblores de tierra, que acaban con nuestras
ciudades, lo que me conmueve, no. Lo que me lastima el corazón es la fuerza
devoradora que se oculta en la naturaleza, que no ha producido nada que no
destruya a su prójimo y a sí mismo.
De este modo, avanzo yo con angustia por mi camino de poca
seguridad, cubierto por el cielo, la tierra y sus fuerzas activas; y sólo veo
un monstruo dedicado noche y día a devorar y destruir.
6 de diciembre
Su imagen me persigue: que duerma o que vele, ella sola
llena toda mi alma. Cuando cierro los ojos, en el cerebro, donde se halla la
potencia de la vista, distingo con claridad sus ojos negros. No puedo
explicarme esto. Me duermo y los veo también: siempre están ahí, fascinantes
como el abismo. Todo mi ser, todo, no puede separarse de ellos.
¿Qué es el hombre, ese semidiós ensalzado? ¿No le falta la
fuerza cuando más la necesita? Y cuando abre las alas en el cielo de los
placeres, lo mismo que cuando se sumerge en la desesperación, ¿no se ve siempre
detenido y condenado a convencerse de que es débil y pequeño, él, que esperaba
perderse en el infinito?
...
“Sereno y tranquilo tocaré la puerta de bronce del sepulcro.
¡Ah! ¡Si hubiera tenido la suerte de morir como sacrificio por ti! Con alegría
y entusiasmo hubiera dejado este mundo, seguro de que mi muerte afianzaba tu
descanso y la felicidad de toda tu vida. Pero, ¡ay!, sólo algunos seres con
privilegios logran dar su vida por los que aman y ofrecerse en holocausto para
centuplicar los goces de sus existencias amadas. Carlota: deseo que me
entierren con el vestido que tengo puesto, pues tu lo has bendecido al tocarlo.
La misma petición hago a tu padre. Mi alma se cierne sobre el féretro. Prohíbo
que me registren los bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta rosa que
tenías en el pecho el primer día que te vi, rodeada por tus niños… ¡Oh!,
abrázalos mil veces y cuéntales la desgracia de su amigo. ¡Cómo los quiero! Aún
los veo agitarse a mi alrededor. ¡Ay! ¡Cuánto te he amado, desde el momento
primero de verte! Desde ese momento comprendí que llenarías vida… Haz que
entierren el lazo conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños y lo he
guardado como una reliquia santa. ¡Ah! Nunca sospeché que aquel principio
llevaría a este final. Ten calma, te lo suplico, no desesperes... Están
cargadas… Oigo las 12… ¡Que sea lo que tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós!
¡Adiós!"
Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como
todo permaneció en calma, no averiguó qué había sucedido.
A las seis de la mañana del siguiente día entró el criado
en la alcoba con una luz y vio a su amo tendido, bañado en sangre y con una
pistola. Le llamó y no consiguió respuesta. Quiso levantarle y vio que todavía
respiraba. Corrió a avisar al médico y a Alberto. Cuando Carlota oyó la puerta,
un temblor convulsivo se apoderó de su cuerpo. Despertó a su marido y se
levantaron. El criado, entre llantos y sollozos, les dio la fatal noticia;
Carlota cayó desmayada a los pies de su esposo.
http://www.ciudadseva.com/textos/novela/werther.htm
La muerte de Chatterton, 1856, Henry Wallis |
- Goethe mencionó en alguna ocasión que su «sufrimiento juvenil» fue en parte inspiración para la creación de la novela. Cuando terminó su estudio legal en el verano de 1772, Goethe encontró empleo en la Cámara Imperial del Sacro Imperio Romano Germánico en Wetzlar. Goethe cultivó la amistad del secretario Karl Wilhelm Jerusalem. La noche de 9 Junio, 1772, los dos amigos estaban presentes en un baile. En este evento social, Goethe conoció a la joven Charlotte Buff y su prometido, Johann Christian Kestner, un hombre mayor. Goethe se enamoró instantáneamente de Charlotte. Goethe galanteó a Charlotte y la relación entre ambos entró en un ciclo de amistad y rechazo. Charlotte fue honesta con Goethe, y le dijo que no había esperanza de una aventura. El 11 de septiembre, Goethe se fue sin despedirse.
- Goethe reconoció el gran impacto personal y emocional que Las desventuras del joven Werther tenía en los jóvenes enamorados y deprimidos. En 1821, le comentó a su secretario que «Debe de ser malo, si no todos tienen un momento en su vida en el que sientan que Werther ha escrito solo para ellos».
- La obra fue el primer gran triunfo de Goethe y lo transformó de un desconocido a un autor célebre prácticamente de la noche a la mañana. Napoleón Bonaparte consideró la obra como uno de los trabajos más importantes en Europa. Esta novela le inspiró de joven a escribir un monólogo al estilo de Goethe, y de adulto, llevó siempre consigo una copia del Werther en sus campañas.
- La novela dio origen a un fenómeno llamado Werther-Fieber («Fiebre de Werther»). Los hombres jóvenes en Europa vestían la ropa que Werther usaba en la novela. También tuvo consecuencias en los primeros ejemplos conocidos de suicidio mímico, provocando, supuestamente, el suicidio de algunos lectores.
- Quizá el cuadro más utilizado para ilustrar esta obra es el de Henry Wallis titulado "La muerte de Chatterton ". Fue éste un poeta británico, experto imitador de manuscristos medievales que se suicidó a los dieciocho años en Londres ("hay tan poco espacio entre nosotros y el destino", escribió) Chatterton consiguió despertar una gran admiración entre los escritores más destacados del Romanticismo. Escritor precoz, a la edad de once años, compuso la égloga “Eleonure y Juga”, de la que afirmó que se trataba de un viejo manuscrito del siglo XV, inventando que el autor era el monje medieval Thomas Rowley. Tras su muerte se convirtió en un referente para los románticos( Alfred de Vigny escribió una obra que lleva su nombre; años más tarde Ruggero Leoncavallo 1896 compuso una opera)
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