martes, 28 de febrero de 2012

Goethe : Las cuitas del joven Werther


Johann Wolfgang von Goethe es el gran escritor por excelencia de las letras alemanas. Su primera novela, .Las cuitas del joven Werther,  (Las desventuras, en otras traducciones) sitúa a su autor como guía del movimiento Sturm und Drang   y marca el comienzo, no sólo del Romanticismo, sino de la literatura alemana propiamente dicha, que hasta entonces había subsistido a base de modelos franceses e ingleses. 


La obra, que  incluye elementos autobiográficos y se presenta bajo el género epistolar, presenta el siguiente argumento:
El joven Werther, a través de una serie de cartas enviadas a su amigo Wilhelm narra todos los sucesos que le ocurren en su traslado a un pequeño pueblo llamado Wahlheim, donde se dedicará a sus aficiones favoritas, la lectura y la pintura.
Allí conocerá a una serie de personajes que calarán en su vida: una mujer y sus hijos, un joven enamorado de una viuda para la que trabajaba y que le hizo enloquecer, el administrador del príncipe. Pero sin duda, su vida cambiará cuando conozca a Lotte, hija del administrador y de la que se enamora profundamente desde la primera vez que la ve. A pesar de su compromiso con Albert, Werther no perderá la esperanza de poder conquistar el corazón de la joven Charlotte. Sus continuas visitas a la joven aumentarán los deseos, así como el amor que siente por ella, llegando, en ocasiones, a creer que es correspondido.
Aconsejado por su amigo Wilhelm, abandona el pequeño pueblo para ir a trabajar a la ciudad como secretario del  Embajador.  Pero  las  relaciones  entre  ambos  no  son  nada  buenas,  así como la añoranza que tiene el protagonista, tanto del pequeño pueblo de donde procede, como de su amada Lotte.  Por  todo  ello,  el  joven  decide  regresar  a  la  pequeña  aldea,  pero  allí  todo  ha cambiado: Lotte se ha casado, la madre de los niños ha perdido a uno de ellos, y el joven enamorado de la viuda ha cometido un terrible asesinato por el que es encarcelado. Todo ello conlleva que la vida se le haga insoportable. Unido a ello, continúa el   profundo  amor    que  siente por Lotte y que va aniquilando su personalidad. Ésta, entristecida por los desórdenes emocionales de Werther, decide alejarse y poner distancia en la relación que, tiempo atrás, tanto los unió. Este hecho trastorna mucho más a Werther quien, enloquecido, visita por última vez a Lotte, consigue abrazarla y besarla y marcha a su casa, donde pondrá fin a su vida pegándose un tiro con unas pistolas prestadas por Albert.






Fragmentos:



22 de mayo
La vida humana se reduce a un sueño, esto es lo que muchos han creído, y tal idea no deja de perseguirme. Cuando me detengo a pensar en los estrechos límites en que están circunscritas las facultades activas e intelectuales del hombre; cuando veo acabarse todos sus esfuerzos por satisfacer algunas necesidades que no tienen más intención que prolongar la desgraciada vida; que toda nuestra confianza o tranquilidad sobre ciertos puntos de la ciencia, es sólo una resignación fundada sobre quimeras y ensueños, y producida por esta ilusión que cubre las paredes de nuestra prisión con pinturas diversas y perspectivas de luz; todo esto me deja mudo, amigo Guillermo. Me reconcentro y encuentro en mi ser todo un mundo; pero un mundo fantástico, creado por presentimientos, por deseos sombríos, en el que no se halla ninguna acción viva. Todo nada, todo flota ante mí, cubierto de una espesa nube y yo me adentro en ese caos de ensueños con una sonrisa en la cara. Pedagogos, maestros, todos acuerdan que los niños no saben lo que quieren; pero que también nosotros, niños grandes, damos traspiés por este mundo sin saber de dónde procedemos o adónde nos dirigimos; lo mismo que los pequeños, obramos sin intención; igual que los niños nos dejamos llevar por golosinas de diferentes tipos o por el castigo; esto es lo que nadie quiere creer, ni convenir en ello; y según yo es, sin embargo, una cosa evidente.
En fin, concedo gustoso (porque sé lo que vas a contestar) que los venturosos sean aquellos que, como niños, viven al día, llevan su muñeca de un lugar a otro, la visten, le quitan la ropa, pasan y repasan respetuosos delante del cajón donde mamá tiene las golosinas y que cuando saborean alguna lo hacen ansiosos y a gritos piden más.
Pues bien, sí, ¡he ahí criaturas afortunadas! ¡Venturosos también los que bautizan con un nombre pomposo o un título imponente sus fútiles ocupaciones e incluso sus mismas pasiones, para presentarlas al género humano como obras gigantescas, emprendidas para traerle mayor prosperidad o para salvarle!
Por mi parte, repito: buen provecho tengan, tanto ellos como los que quieran o puedan creer como ellos. Pero el que en su humildad reconoce lo inútil de todas esas vanidades; el que ve al hombre acomodado arreglar su jardín como un paraíso, y al mismo tiempo ve pasar a un desgraciado jornalero encorvado bajo el peso de una carga abrumadora, sin desanimarse, y que ambos en fin muestran el mismo interés en contemplar siquiera un minuto más la luz del sol; ése está tranquilo, crea su universo en sí mismo y se considera feliz sólo por ser hombre. Por limitado que sea su poder, abriga siempre en su corazón el sentimiento y sabe que puede dejar esta cárcel cuando así lo disponga.

18 de agosto
¿Es preciso que lo que constituye la felicidad del hombre sea de igual forma el origen de su miseria? Aquel sentimiento cálido y pleno de mi corazón ante la vivaz naturaleza, que inundaba mi alma con torrentes de delicias y convertía en un paraíso el mundo que me rodea, ha llegado a ser un insoportable verdugo, un espíritu que me atormenta y me persigue por todas partes. Cuando miraba otras veces desde las crestas de las rocas, más allá del río, hasta las lejanas colinas, el fértil valle y veía que todo germinaba con lozanía a mi alrededor; cuando veía estas montañas bordadas, desde la falda hasta la cima, de espesos y corpulentos árboles; estos valles salpicados de risueña floresta en todos sus contornos; el arroyo apacible que deslizaba, adormecido por leve ruido de los cañaverales, reflejando las matizadas nubes, que la brisa suave de la tarde se balanceaba en el cielo; cuando oía a los pájaros, animando con su voz la enramada, mientras copiosísimo enjambre de insectos jugueteaba alegre en los últimos rayos del sol, a cuyo destello el escarabajo, oculto antes debajo de la hierba, abandonaba, zumbando, su prisión; cuando el ruido y la vida llamaban mi atención hacia la tierra y el musgo que arranca su alimento a la dura roca y las retamas que crecen en la pendiente de la seca colina, me descubría la íntima, ardiente y santa existencia de la naturaleza, ¡con qué júbilo tomaba todos estos objetos mi corazón emocionado! Yo estaba como un dios en este mar de riqueza, en este enorme universo, cuyas formas sublimes parecían moverse, animando toda mi creación en lo más profundo de mí. Me rodeaban enormes montañas; tenía delante de mi desfiladeros de gran hondura, donde se precipitaban torrentes de tempestad; los ríos se deslizaban bajo mis pies; oía un rugido en los bosques y los montes, agitándose y confundiéndose todas estas fuerza enigmáticas en las profundidades terrestres, mientras sobre ella, y bajo el cielo, revoloteaban las razas infinitas de los seres que lo pueblan todo de mil maneras diferentes. Y los hombres se consideran reyes de este vasto universo, acurrucándose juntos en el nido de sus pequeñas moradas. ¡Pobre loco, a quien todo debe parecer mezquino, porque eres muy pequeño! Desde la inaccesible montaña y el desierto que ningún pie ha pisado a la fecha, hasta la última orilla de los océanos desconocidos, lo anima todo el espíritu del creador, gozándose en estos átomos de polvo, que viven y lo entienden. ¡Ah!, cuántas veces deseaba entonces, con las alas de la garza que pasaba sobre mi cabeza, trasladarme a las costas de ese inmenso mar, para beber en la espumosa copa de lo infinito esas dulces delicias y sentir, aunque sólo fuera por un instante, en el corazón, una gota de felicidad del ser que todo lo engendra en él y por él. Hermano mío, el recuerdo de tales momentos es suficiente para darme fuerza. Más aún, los esfuerzos que hago para recordar estos sentimientos inexpresables, para alcanzar a entenderlos, elevan mi alma sobre sí misma y me obligan a sentir la doble angustia de mi estado actual.
Parece que se ha levantado un velo delante de mi alma y el escenario de la vida interminable no se convierte ante mis ojos en el abismo de la tumba, siempre abierta. ¿Puedes decir “esto existe” cuando todo pasa, cuando todo se precipita con la rapidez del rayo, sin conservar casi nunca sus fuerza, y se ve, ¡ay!, encadenado, tragado por el torrente y despedazado contra las rocas? No hay momento que no te consuma, que no acabe con los tuyos; no hay instante en que no seas, en que no debas ser destructor; tu paseo más inocente cuesta la vida a millares de pobres insectos; uno solo de tus pasos destruye los dedicados edificios de las hormigas y sumerge todo un pequeño mundo en una tumba.
¡Ah!, no son las enormes y escasas catástrofes del mundo, no son las inundaciones, los temblores de tierra, que acaban con nuestras ciudades, lo que me conmueve, no. Lo que me lastima el corazón es la fuerza devoradora que se oculta en la naturaleza, que no ha producido nada que no destruya a su prójimo y a sí mismo.
De este modo, avanzo yo con angustia por mi camino de poca seguridad, cubierto por el cielo, la tierra y sus fuerzas activas; y sólo veo un monstruo dedicado noche y día a devorar y destruir.

6 de diciembre
Su imagen me persigue: que duerma o que vele, ella sola llena toda mi alma. Cuando cierro los ojos, en el cerebro, donde se halla la potencia de la vista, distingo con claridad sus ojos negros. No puedo explicarme esto. Me duermo y los veo también: siempre están ahí, fascinantes como el abismo. Todo mi ser, todo, no puede separarse de ellos.
¿Qué es el hombre, ese semidiós ensalzado? ¿No le falta la fuerza cuando más la necesita? Y cuando abre las alas en el cielo de los placeres, lo mismo que cuando se sumerge en la desesperación, ¿no se ve siempre detenido y condenado a convencerse de que es débil y pequeño, él, que esperaba perderse en el infinito?
 ...

“Sereno y tranquilo tocaré la puerta de bronce del sepulcro. ¡Ah! ¡Si hubiera tenido la suerte de morir como sacrificio por ti! Con alegría y entusiasmo hubiera dejado este mundo, seguro de que mi muerte afianzaba tu descanso y la felicidad de toda tu vida. Pero, ¡ay!, sólo algunos seres con privilegios logran dar su vida por los que aman y ofrecerse en holocausto para centuplicar los goces de sus existencias amadas. Carlota: deseo que me entierren con el vestido que tengo puesto, pues tu lo has bendecido al tocarlo. La misma petición hago a tu padre. Mi alma se cierne sobre el féretro. Prohíbo que me registren los bolsillos. Llevo en uno aquel lazo de cinta rosa que tenías en el pecho el primer día que te vi, rodeada por tus niños… ¡Oh!, abrázalos mil veces y cuéntales la desgracia de su amigo. ¡Cómo los quiero! Aún los veo agitarse a mi alrededor. ¡Ay! ¡Cuánto te he amado, desde el momento primero de verte! Desde ese momento comprendí que llenarías vida… Haz que entierren el lazo conmigo... Me lo diste el día de mi cumpleaños y lo he guardado como una reliquia santa. ¡Ah! Nunca sospeché que aquel principio llevaría a este final. Ten calma, te lo suplico, no desesperes... Están cargadas… Oigo las 12… ¡Que sea lo que tenga que ser! Carlota… Carlota… ¡Adiós! ¡Adiós!"
Un vecino vio el fogonazo y oyó la detonación; pero, como todo permaneció en calma, no averiguó qué había sucedido.
A las seis de la mañana del siguiente día entró el criado en la alcoba con una luz y vio a su amo tendido, bañado en sangre y con una pistola. Le llamó y no consiguió respuesta. Quiso levantarle y vio que todavía respiraba. Corrió a avisar al médico y a Alberto. Cuando Carlota oyó la puerta, un temblor convulsivo se apoderó de su cuerpo. Despertó a su marido y se levantaron. El criado, entre llantos y sollozos, les dio la fatal noticia; Carlota cayó desmayada a los pies de su esposo.

 Puedes acceder al texto completo en:

http://www.ciudadseva.com/textos/novela/werther.htm


La muerte de Chatterton, 1856, Henry Wallis
        Curiosidades y anécdotas
  • Goethe mencionó en alguna ocasión que su «sufrimiento juvenil» fue en parte inspiración para la creación de la novela. Cuando terminó su estudio legal en el verano de 1772, Goethe encontró empleo en la Cámara Imperial del Sacro Imperio Romano Germánico en Wetzlar. Goethe cultivó la amistad del secretario Karl Wilhelm Jerusalem. La noche de 9 Junio, 1772, los dos amigos estaban presentes en un baile. En este evento social, Goethe conoció a la joven Charlotte Buff y su prometido, Johann Christian Kestner, un hombre mayor. Goethe se enamoró instantáneamente de Charlotte. Goethe galanteó a Charlotte y la relación entre ambos entró en un ciclo de amistad y rechazo. Charlotte fue honesta con Goethe, y le dijo que no había esperanza de una aventura. El 11 de septiembre, Goethe se fue sin despedirse.
  • Goethe reconoció el gran impacto personal y emocional que Las desventuras del joven Werther tenía en los jóvenes enamorados y deprimidos. En 1821, le comentó a su secretario que «Debe de ser malo, si no todos tienen un momento en su vida en el que sientan que Werther ha escrito solo para ellos».
  •  La obra fue el primer gran triunfo de Goethe y lo transformó de un desconocido a un autor célebre prácticamente de la noche a la mañana. Napoleón Bonaparte consideró la obra como uno de los trabajos más importantes en Europa. Esta novela le inspiró de joven a escribir un monólogo al estilo de Goethe, y de adulto, llevó siempre consigo una copia del Werther en sus campañas.
  •  La novela dio origen a un fenómeno llamado Werther-Fieber («Fiebre de Werther»). Los hombres jóvenes en Europa vestían la ropa que Werther usaba en la novela. También tuvo consecuencias en los primeros ejemplos conocidos de suicidio mímico, provocando, supuestamente, el suicidio de algunos lectores.
  • Quizá el cuadro más utilizado para ilustrar esta obra es el de Henry Wallis titulado  "La muerte de Chatterton ". Fue éste un poeta británico, experto imitador de manuscristos medievales que se suicidó a los dieciocho años en Londres ("hay tan poco espacio entre nosotros y el destino", escribió)   Chatterton consiguió despertar una gran admiración entre los escritores más destacados del Romanticismo. Escritor precoz,  a la edad de once años, compuso la égloga “Eleonure y Juga”, de la que afirmó que se trataba de un viejo manuscrito del siglo XV, inventando que el autor era el monje medieval Thomas Rowley. Tras su muerte se convirtió en un referente para los románticos( Alfred de Vigny escribió una obra que lleva su nombre; años más tarde Ruggero Leoncavallo 1896 compuso una opera)

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