lunes, 3 de mayo de 2010

La dulce Ofelia




Con los siguientes versos relata la reina Gertrudis la muerte de Ofelia al final del acto IV de Hamlet :



Állí donde en el río crece un sauce recostado
que refleja hojas blancas en el agua cristalina.
Allí, mientras tejía fantásticas guirnaldas
de ranúnculos, ortigas, margaritas y esas flores alargadas
que los pastores procaces llaman con nombres soeces


pero en boca de nuestras doncellas
no son sino "dedos de difuntos". Allí, cuando trepaba
para colgar en el árbol su corona silvestre,
rompióse una rama pérfida, y cayó ella, y sus trofeos
floridos en aquel arroyo de lágrimas. Extendidos
sus ropajes en el agua, salía a flote cual sirena,


y cantaba estrofas de antiguas canciones,
inconsciente del peligro, o como hija del agua,
acostumbrada a vivir en el propio elemento.
No pasó mucho tiempo, sin embargo,


sin que el peso de sus vestidos, empapados de agua,
arrebatara de sus cánticos a la infeliz, arrastrándola
al cieno de la muerte
.

De este relato, lírico en el tono y ambiguo respecto a la causa de la muerte de Ofelia, pasamos en la escena siguiente - inicio del acto V- a la visión realista y descarnada de los hechos- el suicidio de Ofelia- . Dos sepúltureros (los típicos "graciosos" del teatro isabelino, que aunan lo cómico con la reflexión profunda)cuestionan en los términos siguientes el que sea enterrada en sagrado:

Gracioso segundo.-¿Te digo lo que pienso? No fuera esta una muy distinguida dama, y no habría tenido cristiana sepultura.
Gracioso primero.- Ahora hablas claro. Lo injusto es que los peces gordos tengan venia en este mundo para ahogarse, o colgarse, a diferencia de los demás cristianos. ¡Ea! Dame un azadón...


Pero..., a pesar del prosaismo de los sepultureros, que continuaron su trabajo y dieron sepultura a la dulce Ofelia, los artistas y los lectores siguen mimándola y manteniéndola viva. Por ello no es difícil que nos tropecemos con ella en cualquier momento.

Poema Ofelia de Arthur Rimbaud
I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos…
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.
El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.
Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor…
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso.
II
¡Oh tristísima Ofelia, bella como la nieve,
muerta cuando eras niña, llevada por el río!
Y es que los fríos vientos que caen de Noruega
te habían susurrado la adusta libertad.
Y es que un arcano soplo, al blandir tu melena,
en tu mente traspuesta metió voces extrañas;
y es que tu corazón escuchaba el lamento
de la Naturaleza –son de árboles y noches.
Y es que la voz del mar, como inmenso jadeo
rompió tu corazón manso y tierno de niña;
y es que un día de abril, un bello infante pálido,
un loco misterioso, a tus pies se sentó.
Cielo, Amor, Libertad: ¡qué sueño, oh pobre Loca! .
Te fundías en él como nieve en el fuego;
tus visiones, enormes, ahogaban tu palabra.
–Y el terrible Infinito espantó tu ojo azul.
III
Y el poeta nos dice que en la noche estrellada
vienes a recoger las flores que cortaste ,
y que ha visto en el agua, recostada en sus velos,
a la cándida Ofelia flotar, como un gran lis.

No hay comentarios:

Publicar un comentario