martes, 10 de mayo de 2011

Fragmentos de obras de los renovadores de la narrativa del s.XX: Proust


Os he seleccionado de En busca del tiempo perdido un fragmento clásico, que se ha convertido en una especie de tópico: el de “la magdalena de Proust”.

 En este pasaje el hecho de mojar una magdalena en una infusión suscita la descripción de otro tiempo y otro mundo, el de su niñez. Este gesto tan pequeño nos muestra que detalles nimios pueden encerrar una gran belleza y que la evocación y su mágico poder abre todo un mundo de posibilidades narrativas.
Marcel Proust fue pionero en una nueva forma de escribir, tal vez algo barroca, pero exquisita, aunque los complejos mecanismos internos de esta novela la convierten en un libro difícil, arduo, (y no sólo por su extensión, más de 3000 páginas o sus demoradas descripciones ). La obra es algo más que una novela; es una experiencia vital aunque su disfrute esté tan sólo al alcance de lectores avezados.


Me llevé a los labios una cucharada de té en el que había echado un trozo de magdalena. Pero en el mismo instante en que aquel trago, con las migas del bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que ocurría en mi interior. Un placer delicioso me invadió, me aisló, sin noción de lo que lo causaba…”

« […] En cuanto reconocí el sabor del pedazo de magdalena mojado en tila que mi tía me daba (aunque todavía no había descubierto y tardaría mucho en averiguar el por qué ese recuerdo me daba tanta dicha), la vieja casa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, vino como una decoración de teatro a ajustarse al pabelloncito del jardín que detrás de la fábrica principal se había construido para mis padres, y en donde estaba ese truncado lienzo de casa que yo únicamente recordaba hasta entonces; y con la casa vino el pueblo, desde la hora matinal hasta la vespertina y en todo tiempo, la plaza, adonde me mandaban antes de almorzar, y las calles por donde iba a hacer recados, y los caminos que seguíamos cuando hacía buen tiempo. Y como ese entretenimiento de los japoneses que meten en un cacharro de porcelana pedacitos de papel, al parecer, informes, que en cuanto se mojan empiezan a estirarse, a tomar forma, a colorearse y a distinguirse, convirtiéndose en flores, en casas, en personajes consistentes y cognoscibles, así ahora todas las flores de nuestro jardín y las del parque del señor Swann y las ninfeas del Vivonne y las buenas gentes del pueblo y sus viviendas chiquitas y la iglesia y Combray entero y sus alrededores, todo eso, pueblo y jardines, que va tomando forma y consistencia, sale de mi taza de té…»

No hay comentarios:

Publicar un comentario