martes, 9 de noviembre de 2010

Las Metamorfosis: El mito de Dafne


LAS METAMORFOSIS , poema épico en hexámetros de más de doce mil versos, recoge la narracion de doscientas cuarenta y seis leyendas de héroes y personajes mitológicos "transformados" (de ahí el título) en animales, en vegetales... El poema comienza con la primera gran metamorfosis, la creación del universo - con el Caos transformado en Cosmos- y concluye con la muerte y la deificación de Julio César (convertido en constelación)


Esta obra ha ejercido una enorme influencia en la cultura occidental y ha sido una fuente continua de inspiración para escritores, pintores, escultores y músicos.


De entre las leyendas destacan las de Píramo y Tisbe, Dédalo e Ícaro, Narciso o la que nos ocupa: la que recoge el mito de Apolo y Dafne.

Dafne (en griego Δάφνη, ≪laurel≫) era una dríade (ninfa de los arboles), hija del dios río Peneo. Apolo, poderoso mas no siempre afortunado en sus amores, se enamoró de ella pero Dafne lo rechazó. La violenta pasión de Apolo y la resistencia de Dafne se debía a que Eros , irritado por las bromas de Apolo, le disparó a él una flecha de oro para que se enamorase de ella, mientras que a Dafne le dirigió una de plomo para que le rechazase. Apolo persiguió a Dafne con todo tipo de súplicas amorosas, todas las cuales rechaza hasta llegar a orillas del río Peneo. Aquí justo en el momento en que va a darle alcance, ella pide ayuda a su padre, el dios del río, el cual la transforma en un laurel, árbol que desde ese momento se convirtió en sagrado para Apolo.

Es éste uno de los mitos más representados en el arte de los distintos periodos, desde los frescos de Pompeya al arte moderno.
Sin duda, la obra más conocida inspirada en este mito es el grupo escultórico de Bernini,
quien con su arte captó toda la angustia de la ninfa fugitiva.


Hasta tal punto es conocida la escultura de Bernini que se convierte, a su vez, en referencia para imitaciones o nuevas adaptaciones, como podéis comprobar en estas recreaciones de nuestros días: a la izquierda, una acuarela mexicana y a la derecha,la pintura de Isabel S. Canosa









En la plasmación artística del mito de Dafne, Las Metamorfosis tienen un papel fundamental, ya que la obra se convierte en fuente casi única para todas las recreaciones posteriores de la transformacion de la ninfa.
Ovidio nos la describe con gran plasticidad: su cuerpo se ve envuelto por una fina corteza, sus cabellos se transforman en hojas, sus brazos en ramas, sus pies quedan fijos convertidos en raíces, su cabeza en la copa de un árbol...


Vayamos a una de las traducciones del texto ovidiano:
Como el perro en un vacío campo cuando una liebre, el galgo, ve,
y éste su presa con los pies busca, aquélla su salvación:
el uno, como que está al cogerla, ya, ya tenerla espera, y con su extendido morro roza sus plantas; la otra en la ignorancia está de si ha sido apresada, y de los propios mordiscos se arranca y la boca que le toca atrás deja: así el dios y la virgen; es él por la esperanza raudo, ella por el temor.
Aun así el que persigue, por las alas ayudado del amor, más veloz es, y el descanso niega, y la espalda de la fugitiva acecha, y sobre su pelo, esparcido por su cuello, alienta.
Sus fuerzas ya consumidas palideció ella y, vencida por la fatiga de la rápida huida, contemplando las peneidas ondas:
“Préstame, padre”, dice, “ayuda; si las corrientes numen tenéis,
por la que demasiado he complacido, mutándola pierde mi figura.”

Apenas la plegaria acabó un entumecimiento pesado ocupa su organismo, se ciñe de una tenue corteza su blando tórax, en fronda sus pelos, en ramas sus brazos crecen, el pie, hace poco tan veloz, con morosas raíces se prende, su cara copa posee: permanece su nitor solo en ella.
A ésta también Febo la ama, y puesta en su madero su diestra siente todavía trepidar bajo la nueva corteza su pecho, y estrechando con sus brazos esas ramas, como a miembros,
besos da al leño; rehúye, aun así, sus besos el leño.
Al cual el dios: “Mas puesto que esposa mía no puedes ser, el árbol serás, ciertamente”, dijo, “mío. Siempre te tendrán a ti mi pelo, a ti mis cítaras, a ti, laurel, nuestras aljabas.
Tú a los generales lacios asistirás cuando su alegre voz el triunfo cante, y divisen los Capitolios las largas pompas.
En las jambas augustas tú misma, fidelísisma guardiana, ante sus puertas te apostarás, y la encina central guardarás, y como mi cabeza es juvenil por sus intensos cabellos, tú también perpetuos siempre lleva de la fronda los honores.”


En el Renacimiento, el interés por la mitología hace de esta obra referencia obligada. Y el mito de Dafne es de los más recreados. A él dedica Garcilaso su conocidísimo soneto XIII:

A Dafne ya los brazos le crecían
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos qu'el oro escurecían;
de áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros que aun bullendo 'staban;
los blancos pies en tierra se hincaban
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol, que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

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