miércoles, 13 de abril de 2011

Dos textos del teatro del absurdo

El teatro del absurdo nace en Francia, a cargo de un autor de origen rumano , Eugene Ionesco, y otro irlandés , Samuel Beckett. Surge en los años 50 y supone dar un paso más respecto al teatro existencial, que ya había planteado, con razonamientos lógicos, el absurdo de la condición humana. Se trata ahora de abandonar la reflexión y la lógica para enfrentar al espectador al absurdo puro, a base de argumentos disparatados, personajes vacíos y diálogos incoherentes.
La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias. Sin embargo, lo que se propone no es tanto el sin sentido como una perpetua prórroga del sentido, sino mostrar una realidad oculta y amarga que subyace en la idea de felicidad y confort del modo de vida burgués.
Este teatro no corresponde propiamente a ningún movimiento o escuela sino que presenta un panorama muy heterogéneo, una diversidad de autores con algo en común: el rechazo generalizado del teatro realista y su base de caracterización sicológica, estructura coherente, trama y confianza en la comunicación dialogada. Además de los ya citados, otros dramaturgos representativos de este teatro son el armenio Arthur Adamov, Jean Genet y Fernando Arrabal (en España, se asocia a la figura de Miguel Mihura).
Cada obra crea sus propios modelos implacables de lógica interna, a veces triste (como en la obra de Beckett “Esperando a Godot”, 1952), patética (también en Beckett, “Fin de partida”, 1957), angustiosa (en la obra de Ionesco “La lección”, 1950), cómica (también en otra obra de Ionesco, “La cantante calva”, 1950), macabra (en la obra de Arrabal, “El cementerio de automóviles”, 1958), humillante (en la obra de Adamov “El profesor Taranne”, 1953), o violenta (como sucede en la obra de Genet “El Balcón”, 1957). Todas ellas, sin embargo, tienen en común la presentación de una realidad grotesca.


Samuel Beckett
(1906-1989) es autor de Esperando a Godot, drama considerado por muchos como el más radical, desconcertante e influyente de nuestro tiempo.
En esta obra dos protagonistas, Vladimir (también llamado "Didi") y Estragon (también llamado "Gogo"), mantienen un diálogo carente de sentido y esperan la llegada de Godot, del que nada se sabe y que nunca llega a aparecer. Se ha intentado explicar la entidad y significado de este Godot que no aparece en clave simbólica, como si Godot fuese, por ejemplo, una alegoría de Dios (en inglés, Dios se dice God); pero el propio Beckett lo negó y declaró que si él supiese quién era Godot, lo habría explicado en la obra. La trama, que intencionalmente no tiene ningún hecho relevante y es altamente repetitiva, simboliza el tedio y la carencia de significado de la vida humana (tema recurrente del existencialismo)






Eugène Ionesco (1912-1994) creó un teatro en el que lo cómico del lenguaje y de las situaciones iba a
compañado por lo trágico de la existencia de personajes marginados o disminuidos. Escritas en lenguaje coloquial, sus obras mezclan elementos de la cotidianeidad con otros totalmente irreales. Este autor alcanzó la fama con La cantante calva, disparatada farsa en la que el lenguaje se transforma y queda irreconocible, convertido en instrumento de incomunicación. En Las sillas, estos muebles se acumulan progresivamente en la escena, en torno a una pareja de ancianos que ignora la razón de esa acumulación
de sillas. Otra de sus obras conocidas es Rinoceronte, donde los hombres se transforman en estos animales como símbolo de la deshumanización de las sociedades urbanas modernas; también se expresa con ello la soledad del individuo, ya que un personaje queda al final solo y rodeado de rinocerontes.



"Esperando a Godot", Beckett (fragmento)

ESTRAGÓN.- ¡Hermoso lugar! (Se vuelve, avanza hasta la batería y mira hacia el público.) Rostros sonrientes. (Se vuelve hacia Vladimir.) Vámonos.

VLADIMIR.- No podemos.

ESTRAGÓN.- ¿Por qué?

VLADIMIR.- Esperamos a Godot.

ESTRAGÓN.- Es verdad. (Pausa.) ¿Estás seguro de que es aquí?

VLADIMIR.- ¿El qué?

ESTRAGÓN.- Donde hay que esperar.

VLADIMIR.- Dijo delante del árbol. (Miran el árbol.) ¿Ves algún otro?

ESTRAGÓN.- ¿Qué es?

VLADIMIR.- Yo diría que un sauce llorón.

ESTRAGÓN.- ¿Dónde están las hojas?

VLADIMIR.- Debe de haber muerto.

ESTRAGÓN.- Se acabó su llanto.

VLADIMIR.- A menos que no sea tiempo.

ESTRAGÓN.- ¿Y no sería más bien un arbolillo?

VLADIMIR.- Un arbusto.

ESTRAGÓN.- Un arbolillo.

VLADIMIR.- Un... (Se contiene.) ¿Qué quieres insinuar? ¿Que nos hemos equivocado de sitio?

ESTRAGÓN.- Ya tendría que estar aquí.

VLADIMIR.- No aseguró que viniera.

ESTRAGÓN.- ¿Y si no viene?

VLADIMIR.- Volveremos mañana.

ESTRAGÓN.- Y, después, pasado mañana.

VLADIMIR.- Quizá.

ESTRAGÓN.- Y así sucesivamente.

VLADIMIR.- Es decir...

ESTRAGÓN.- Hasta que venga.

VLADIMIR.- Eres inhumano.

ESTRAGÓN.- Ya vinimos ayer.

VLADIMIR.- ¡Ah, no! En eso te equivocas.

ESTRAGÓN.- ¿Qué hicimos ayer?

VLADIMIR.- ¿Que qué hicimos ayer?

ESTRAGÓN.- Sí.

VLADIMIR.- Pues, pues... (Enojándose.) Nadie como tú para no entenderse.


LA CANTANTE CALVA, Ionesco ( Fragmento)

Sr. Smith (continuando su lectura, chasquea la lengua)

Sra. Smith
El yogurt es excelente para el estómago, los riñones, la apendicitis y la apoteosis. Eso es lo que me dijo el doctor Mackenzie-King, que atiende a los niños de nuestros vecinos, los Johns. Es un buen médico. Se puede tener confianza en él. Nunca receta medicamentos que no haya experimentado él mismo. Antes de mandar a operar a Parker se hizo operar primero del hígado sin estar enfermo.

Sr. Smith
Pero, entonces, ¿cómo es posible que el doctor saliera bien de la operación y Parker muriera?

Sra. Smith
Porque la operación dio buen resultado en el caso del doctor y no en el de Parker.

Sr. Smith
Entonces Mackenzie no es un buen médico. La operación habría debido dar un buen resultado en los dos o los dos habrían debido morir.

Sra. Smith
¿Por qué?

Sr. Smith
Un médico concienzudo debe morir con el enfermo, si no pueden curarse juntos. El capitán de un barco perece con el barco, en el mar. No le sobrevive.

Sra. Smith
No se puede comparar a un enfermo con un barco.

Sr. Smith
¿Por qué no? El barco también tiene sus enfermedades; además, tu doctor está tan sano como un barco; también por eso debía perecer al mismo tiempo que el enfermo, como el doctor y su barco.

Sra. Smith
¡Ah! ¡No se me había ocurrido!... Tal vez sea justo... Entonces, ¿cuál es tu conclusión?

Sr. Smith
Que todos los médicos no son más que unos charlatanes. Y todos los enfermos también. Sólo la marina es honrada en Inglaterra.

Sra. Smith
Pero no los marinos

Sr. Smith
Naturalmente.
(Pausa.)

Sr. Smith (sigue leyendo el periódico)
Hay algo que no comprendo. ¿Por qué en la sección del registro civil del periódico se da siempre la edad de los muertos y nunca la de los recién nacidos? Es absurdo.

Sra. Smith
¡Nunca se me había ocurrido preguntármelo!

Sr. Smith (continúa absorto en su diario)
Mira, aquí dice que Bobby Watson ha muerto.

Sra. Smith
¡Oh, Dios mío! ¡Pobrecillo! ¿Cuándo ha muerto?

Sr. Smith
¿Por qué pones esa cara de asombro? Lo sabías muy bien. Murió hace dos años. Recuerda que asistimos a su entierro hace año y medio.

Sra. Smith
Claro que me acuerdo. Me acordé en seguida, pero no comprendo por qué te has mostrado tan soprendido de ver eso en el diario.

Sr Smith
Eso no estaba en el diario. Hace ya tres años que hablaron de su muerte. ¡Lo he recordado por asociación de ideas!

Sra. Smith
¡Qué lástima! ¡Con lo bien que se conservaba!

Sr. Smith
Era el cadáver más lindo de Gran Bretaña. No representaba la edad que tenía. Pobre Bobby, llevaba cuatro años muerto y estaba todavía caliente. Era un verdadero cadáver viviente. ¡Y qué alegre era!

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