sábado, 8 de febrero de 2014

TEMA 3:  CERVANTES Y LA CREACIÓN DE LA NOVELA MODERNA

Cervantes es un escritor entre dos mundos. Su creación literaria, aparecida entre 1585 y 1616, es síntesis y cristalización del Humanismo y la cultura renacentista y, a la vez, reflejo del desencanto y la preocupación del espíritu barroco. Unida a la experiencia vital, su obra es fruto del contacto personal con el mundo en un periodo histórico en el que el vigor del imperio español empieza a declinar.
Dejando de lado su arte en los otros géneros, su importancia es trascendental en el campo de la novela. No sólo porque su obra narrativa, ante todo El Quijote, ocupa el lugar más significativo en nuestra literatura y en la universal, sino porque es el germen en el desarrollo del género: Cervantes es incuestionable creador de la novela moderna. Su aportación principal es la concepción de la novela como oscilación entre dos mundos: el real, como experiencia posible, y el ideal, como creación imaginativa según leyes poéticas; la trabazón de ambos mundos es lo que crea verosimilitud. Esto es lo que hace que El Quijote, por ejemplo, sea una armónica síntesis de vida soñada y vida vivida y, a la vez, una creación poética enraizada siempre en la realidad.

La novela moderna

La novela -tal y como la entendemos desde El Quijote- es un género derivado de la épica pero opuesto radicalmente a ella.
Los rasgos que definen este género, apuntados ya en el Lazarillo de Tormes y consolidados definitivamente por El Quijote son:

a) Realismo o verosimilitud. Rasgo esencial de la novela moderna: creación de una atmósfera a imagen del mundo real. "Cervantes pintó un mundo variopinto, multiforme, que retrata el estado de civilización del pueblo español en un momento preciso de su historia".

b) Carácter no heroico del protagonista. Ya no hay héroes, sino personajes, a diferencia de la épica primitiva. "Don Quijote es un simple hidalgo, nacido en un prosaico lugar de la Mancha, insatisfecho con su vida y lleno de ilusiones irrealizables".

c) Evolución del carácter del personaje a lo largo de la obra. En oposición a los inamovibles héroes caballerescos, los personajes novelescos se van haciendo ante los ojos del lector. Ya se ha hablado del mutuo influjo entre don Quijote y Sancho.

d) Consciencia del enfrentamiento entre el individuo y la sociedad. Tema esencial en El Quijote.

e) Coherencia interna del relato. La novela renacentista se caracterizó por la presencia de diversas aventuras no ensartadas. "Cervantes logra en su novela integrar todos los personajes y acontecimientos en torno a don Quijote, lo que proporciona unidad y coherencia a las dos largas partes de que se compone la novela".

f) Narración dialogada. El diálogo de la novela moderna "debe ser heterofónico, es decir, cada personaje debe hablar con voz propia, de modo que sus palabras sirvan además para su caracterización".


Podríamos concluir diciendo que no fue raro que esto ocurriera en España, cuya literatura siempre estuvo más cercana a las características enumeradas anteriormente (sobre todo al realismo) que las restantes literaturas europeas.


EL QUIJOTE
 El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha se publicó en dos partes: La primera en 1605 con éxito inmediato; la segunda en 1615.

La acción de la primera parte (1605), compuesta de cincuenta y dos capítulos, se inicia con la decisión de Alonso Quijano de convertirse en caballero andante y así emular las aventuras de los libros de caballerías. Desde ese momento y a lo largo de dos salidas -primero en solitario y después con su escudero Sancho Panza-, el protagonista transforma la realidad con su imaginación: ve castillos donde solo hay ventas, gigantes donde hay molinos o ejércitos poderosos donde hay rebaños de ovejas.
En la segunda parte (1615), compuesta por setenta y cuatro capítulos, se relatan las aventuras de don Quijote y Sancho en su tercera salida de la aldea. Ambos sufren ahora el engaño, a veces burlesco, de otras personas. La obra termina con el regreso de caballero y escudero a la aldea, donde don Quijote recupera la cordura y muere.
A pesar de la indiscutible unidad de la obra, la segunda parte ofrece una notable variación con respecto a la primera. Entre ambas han pasado diez años y estos dejan huella en las páginas de la novela. Se pueden apreciar las siguientes diferencias:
En la primera parte, la acción principal se ve a menudo interrumpida por otros relatos intercalados en el texto que retrasan el desarrollo de las aventuras de don Quijote y Sancho. En la segunda, en cambio, el autor renuncia a esta técnica narrativa. En este sentido, la primera parte es más disgregadora y heterogénea.
Otra de las diferencias es el predominio en la primera parte de la acción y del viaje, mientras que en la segunda adquiere más peso el diálogo y aumenta la estancia prolongada de los protagonistas en algunos lugares.
En la primera parte, las aventuras de la novela están motivadas por la fantasía de don Quijote, que transforma con su imaginación la realidad. En la segunda, sin embargo, esta transformación se lleva a cabo principalmente por los demás personajes, que inventan historias fantásticas para engañar al caballero. Don Quijote, que no deja de creer en sus fantasías, ya no es víctima del engaño de sus sentidos; percibe la realidad tal y como es, aunque no da crédito a estas percepciones. Cuando ve la triste y rutinaria realidad, piensa que unos encantadores lo han hechizado.
Desde las primeras páginas, el lector del Quijote recibe una descripción de las características de su protagonista. Estos datos son tan solo el punto de partida de una evolución psicológica genialmente trazada que se desarrollará a lo largo de la novela. Don Quijote es un hidalgo pobre que apenas tiene recursos para vivir. Su escuálido físico se asociaba en la época a personalidades coléricas y melancólicas.
Esta situación de privacidad económica y la naturaleza de su carácter pueden colaborar a que se refugie en la lectura desmedida de los libros de caballerías, causantes de su locura. Su afición por estos libros es tal que llega a vender parte de sus posesiones para poder comprar más ejemplares. Sin embargo, se trata de un personaje de gran capacidad razonadora y buen juicio crítico en los temas que no afectan a la parcela de su demencia. Su edad es avanzada, teniendo en cuenta la época: alrededor de los cincuenta años, lo que convierte en ridícula (según los tópicos del momento) su afición caballeresca y su amor ideal por Dulcinea.
Así pues, este personaje decide resucitar la caballería y salir de su aldea en busca de aventuras vestido con las armas de sus antepasados. Toma por escudero al simple Sancho, un vecino suyo al que promete otorgar bienes, y se inventa una amada. Esta es Aldonza Lorenzo, una labradora que vive en El Toboso y que su imaginación convierte en la idealizada Dulcinea, una dama refinada.
Don Quijote adopta un lenguaje anticuado que ha extraído de sus lecturas y lleva consigo el afán de plasmar en la Mancha todos los ideales heroicos recogidos en sus libros.
Como se ha apuntado, don Quijote presenta una clara evolución psicológica que se manifiesta intensamente en los últimos episodios de la novela. En ella se revela el desencanto y la melancolía en la que desemboca el personaje: cuando don Quijote se enfrenta a una realidad que exige un verdadero heroísmo, no es capaz de aportarlo. El personaje se empequeñece progresivamente hasta apagarse en su lecho de muerte.
Sancho es el vecino que decide acompañar a don Quijote en sus aventuras caballerescas. Su pragmatismo y su afán material lo oponen a su amo, pero su ingenuidad y su bondad permiten que congenie perfectamente con don Quijote. Es un personaje que representa la fidelidad: en Sancho, el amor aparece siempre por encima del engaño y de la picaresca que, en ocasiones, aplica.
Estos contrastes de su carácter explican que el personaje oscile en su actitud: unas veces, guiado por su credulidad y su deseo de ventajas materiales, participa de las locuras de don Quijote, y otras, por ese pragmatismo, se muestra apegado a la realidad. Este personaje no representa una visión de la vida opuesta a la de su amo; en realidad, es un elemento de enlace entre el mundo de don Quijote y el puramente materialista de los duques, del bachiller o del barbero.
Como otros personajes de la obra, Sancho también evoluciona a lo largo de la novela; sus procesos y contrastes psicológicos aportan verosimilitud a su carácter. Don Quijote dice de él que «cuando pienso que se va a despeñar de tonto, sale con unas discreciones que le levantan al cielo». Es, por lo tanto, un personaje redondo. En esto coincide con su amo, que, según Dámaso Alonso, es «neciamente sabio, sabiamente necio [...] grotescamente sublime, sublimemente grotesco».
Cervantes presenta frente a sus personajes dos posiciones difíciles de aunar: la parodia y las más hondas reflexiones. Profundiza en los personajes mediante una brillante sutileza psicológica al tiempo que es capaz de observarlos con la distancia suficiente para que provoquen risa. Esta es una de las claves de la novela: su perspectivismo, el juego magistral de las distancias que su autor nos plantea.
Todo esto explica que sea posible aquello que ya Dámaso Alonso apuntaba: que esta obra, además de «todo un tesoro de cambiante humor, [...] sea en verdad profundamente triste».
El estilo
Una de las mayores habilidades para crear a sus personajes reside precisamente en su lenguaje, manifestado de forma magistral a través del diálogo y adaptado a cada personaje y a la situación en la que estos se encuentran.
En la obra también se parodia el estilo extremadamente artificioso característico de las novelas de caballerías, para lo que se vale, entre otros recursos, del lenguaje que hace emplear a veces a don Quijote.
Interpretaciones
Cervantes manifiesta que el principal propósito de su obra es realizar una parodia de los libros de caballerías. El Quijote es una sátira de las absurdas y peregrinas fantasías que se desarrollaban en este tipo de novelas. Pero, además, representada en don Quijote, Cervantes expone una crítica a la confusión entre realidad y ficción que observa en la sociedad de su tiempo; su protagonista ha leído tantos libros, que no ha sabido distinguir lo fabuloso de lo real.
Pero el Quijote es una obra universal que supera los límites de la parodia. Así, existen muchas interpretaciones que se complementan y que pueden dar una idea de su profundidad significativa.
Muchos han visto en ella el reflejo de su autor, inclinado durante un tiempo a la vida heroica y movido por un idealismo que luego se vio frustrado. Para otros autores el Quijote también refleja la España de su tiempo que se desmorona; representa una nación guiada por ideales caducos.
Pero en el Quijote se halla también una magistral indagación sobre la naturaleza del ser humano que se observa en varias facetas: el hombre se presenta como una compleja dualidad, como la unión de contrarios: sus personajes se ocupan de soñar pero también de comer; don Quijote es loco, pero al tiempo razonador y juicioso; Sancho es materialista y bondadoso; es simple en unas ocasiones y muestra gran inteligencia natural en otras.
La frustración humana es también otro de esos elementos sabiamente retratados en sus páginas; en ellas, la vida se refleja como un continuo contraste entre lo que uno quiere que esta sea y lo que realmente es. Asimismo, de la locura de su protagonista beben muchos de los personajes que, si bien no se entregan a ella, parecen necesitarla: Sancho quiere creer en la ínsula y los duques emplean la imaginación para hacer su rutina más llevadera. Cuando la locura y la ensoñación desaparecen, ya no tiene sentido la figura de don Quijote ni la continuidad de la obra. La distorsión, por lo tanto, se muestra como un mecanismo de defensa humano frente a la realidad. Es un arma que le ayuda a vivir al hombre entre lo que quiere y lo que tiene.




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