viernes, 7 de octubre de 2016

Edipo, héroe trágico


De modo que nadie considere feliz a quien todavía tiene que morir, sino que le debe examinar con toda atención todos los días de su vida, incluido el último en que vea la luz, hasta que franquee el límite de su vida sin haber sufrido nada doloroso”.




Esta es la frase que, pronunciada por Corifeo cierra el Edipo Rey de Sófocles y que, a modo de consejo, alude a la experiencia vivida por Edipo. Éste, presentado al inicio de la obra como el todopoderoso tyrannos que ha salvado a Tebas de la maldición de la Esfinge, se convertirá, en la resolución, en el vil y traidor pharmakos que tiene que ser expulsado de la ciudad para que vuelva a gozar del orden necesario para su buen funcionamiento.

Si se afirma que Edipo es un modelo ejemplar de héroe trágico es porque en él se asienta la tragedia entera, es decir, de él parten y a él llegan todos los estímulos que hilvanan su acción. Caudillo de Tebas, orgullo y salvación de la ciudad, acaba siendo el peor de la tierra, deshonrándola y llevándola a la desgracia. Lúcido y ciego, inocente y al mismo tiempo culpable, se sitúa, al principio de la obra, más allá de la condición humana: salvando al pueblo de la maldición de la Esfinge, su superioridad se acerca a la de los dioses.
Paradójicamente, sin embargo, termina excluido de la comunidad, reducido a la nada, como una bestia. Así, pues, Edipo representa la distancia entre los dioses y los hombres, y, al mismo tiempo, aquella que dista entre estos últimos y los animales. Su perspicacia y voluntad para identificarse se convierten en la Hybris que precipita la catástrofe y favorece la propia destrucción. En este caso, pues, la Sophrosyne no es otra cosa que el deseo de ignorar la verdad de los sucesos, deseo personificado en Yocasta, que en todo momento intenta detener las investigaciones de su hijo y marido. Tal y como afirma J. Donado, “el mejor de los bienes que asisten al hombre, la inteligencia, no es más que pura sombra”


El ingenio, que en su día fue, para Edipo, la llave que le abrió las puertas del reino de Tebas, termina convirtiéndose en su propio enemigo.
Por otro lado, la desmedida del héroe viene dada también por la superposición generacional que encontramos en la relación de descendencia de Edipo y Yocasta. La boda entre madre e hijo altera todos los vínculos del parentesco: la esposa de Edipo es su propia progenitora; sus hijos son a la vez sus hermanos; y su cuñado, Creonte, es también su tío. La inexistencia de una clara designación de papeles dentro del seno familiar, puesto que no hay posiciones estables, provoca, como consecuencia, el desorden y el caos en la ciudad. Aunque de modo inconsciente, Edipo vulnera las leyes que conforman la moral colectiva, destruyendo así la armonía de esta colectividad. Con su exilio, Edipo, ciego pero al fin portador de un alma iluminada por la verdad, se encamina hacia aquella Sophrosyne que, en tiempos de gloria, se escondía bajo la oscuridad más absoluta.

( DONADO VARA, José. Prológo a SÓFOCLES, Tragedias completas, Cátedra, Madrid, 1998. )



Consultad la siguiente dirección para completar el estudio de esta obra:


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