domingo, 29 de septiembre de 2013

La Ilíada: Príamo suplica a Aquiles por el cadáver de su hijo

Os propongo la lectura de uno de los pasajes más emotivos de la Ilíada, el que corresponde al momento en que Príamo va a suplicar a Aquiles que le permita recuperar el cadáver de su hijo Héctor para hacerle los funerales que corresponden a una muerte con honor.
Os recomiendo también que pinchéis en el siguiente enlace, en el que podréis acceder a una selección de fragmentos de la obra que os permitirá seguir su línea argumental y disfrutar de algunos de los pasajes más significativos de la misma:
http://web.usal.es/~hvl/Mitos/ilias.htm

Príamo suplicando a Aquiles, Ivanov
Cuando esto hubo dicho, Hermes se encaminó al vasto Olimpo. Príamo saltó del carro a tierra, dejó a Ideo para que cuidase de los caballos y mulos, y fue derecho a la tienda en que moraba Aquileo, caro a Zeus. Le halló solo —sus amigos estaban sentados aparte—, y el héroe Automedonte y Alcimo, vástago de Ares, le servían, pues acababa de cenar, y si bien ya no comía ni bebía, aún la mesa continuaba puesta. El gran Príamo entró sin ser visto, y acercándose a Aquileo, le abrazó las rodillas y besó aquellas manos terribles, homicidas, que habían dado muerte a tantos hijos suyos. Como quedan atónitos los que, hallándose en la casa de un rico, ven llegar a un hombre que tuvo la desgracia de matar en su patria a otro varón y ha emigrado a país extraño, de igual manera se asombró Aquileo de ver a Príamo, semejante a un dios, y los demás se sorprendieron también y se miraron unos a otros. Y Príamo suplicó a Aquileo, dirigiéndole estas palabras:
 
—Acuérdate de tu padre, oh Aquileo, semejante a los dioses, que tiene la misma edad que yo y ha llegado a los funestos umbrales de la vejez. Quizás los vecinos circunstantes le oprimen y no hay quien le salve del infortunio y la ruina; pero al menos aquél, sabiendo que tú vives, se alegra en su corazón y espera de día en día que ha de ver a su hijo, llegado de Troya. Mas yo, desdichadísimo, después que engendré hijos valientes en la espaciosa Ilión, puedo decir que de ellos ninguno me queda. Cincuenta tenía cuando vinieron los aqueos: diecinueve eran de una misma madre; a los restantes, 
diferentes mujeres los dieron a luz en el palacio. A los más el furibundo Ares les quebró las rodillas; y el que era único para mí y defendía la ciudad y a sus habitantes, a éste tu lo mataste poco ha mientras combatía por la patria, a Héctor; por quien vengo ahora a las naves de los aqueos, con un cuantioso rescate, a fin de redimir su cadáver. Respeta a los dioses, Aquileo y apiádate de mí, acordándote de tu padre; yo soy aún más digno de compasión que él, puesto que me atreví a lo que ningún otro mortal de la tierra: a llevar a mis labios la mano del hombre matador de mis hijos.


Así habló. A Aquileo le vino deseo de llorar por su padre; y cogiendo la mano de Príamo, le apartó suavemente. Los dos lloraban afligidos por los recuerdos: Príamo acordándose de Héctor, matador de hombres, derramaba copiosas lágrimas postrado a los pies de Aquileo; éste las vertía, unas veces por su padre y otras por Patroclo; y los gemidos de ambos resonaban en la tienda.

/…/

—Acuéstate fuera de la tienda, anciano querido; no sea que alguno de los caudillos aqueos venga, como suelen, a consultarme sobre sus proyectos; si alguno de ellos te viera durante la veloz y obscura noche, podría decirlo a Agamenón, pastor de pueblos, y quizás se diferiría la entrega del cadáver. Mas, ea, habla y dime con sinceridad cuantos días quieres para hacer honras al divino Héctor; y durante este tiempo permaneceré quieto y contendré al ejército.
 Le respondió el anciano Príamo, semejante a un dios:
— Si quieres que yo pueda celebrar los funerales del divino Héctor, obrando como voy a decirte, oh Aquileo, me dejarías complacido. Ya sabes que vivimos encerrados en la ciudad; la leña hay que traerla de lejos, del monte; y los troyanos tienen mucho miedo. Durante nueve días le lloraremos en el palacio, en el décimo le sepultaremos y el pueblo celebrará el banquete fúnebre, en el undécimo erigiremos un túmulo sobre el cadáver y en el duodécimo volveremos a pelear, si necesario fuere.
Le contestó el divino Aquileo, el de los pies ligeros:
— Se hará como dispones, anciano Príamo, y suspenderé el combate durante el tiempo que me pides.
Dichas estas palabras, estrechó la diestra del anciano para que no abrigara en su alma temor alguno. El heraldo y Príamo, prudentes ambos, se acostaron en el vestíbulo. Aquileo durmió en el interior de la tienda sólidamente construida, y a su lado descansó Briseida, la de hermosas mejillas.
Las demás deidades y los hombres que combaten en carros durmieron toda la noche, vencidos del dulce sueño; pero éste no se apoderó del benéfico Hermes, que meditaba cómo sacaría del recinto de las naves a Príamo sin que lo advirtiesen los sagrados guardianes de las puertas.



lunes, 23 de septiembre de 2013

Nuevo curso, nuevo grupo: Bienvenidos.

Aunque llevamos una semana ya con el curso empezado, aún no había podido dedicar unas líneas a daros la bienvenida y apuntaros algunas pautas para el uso de este blog. Si lo habéis estado ojeando aunque sea por encima, os habréis dado cuenta de que hay un poco de todo. Algunas entradas corresponden a apuntes sobre la materia y otras a aspectos más o menos puntuales relacionados con los distintos epígrafes de los temas o con cuestiones de actualidad que se comentan en clase.
Como este año el grupo es más reducido, la idea es que participéis más activamente en él. Como indiqué en clase, a lo largo del trimestre cada uno de vosotros preparará , al menos, uno de los artículos o entradas; además de esto me gustaría que tomaseis la iniciativa de ir subiendo aquí las actividades o reflexiones que, a propósito de los diferentes obras o movimientos que vayamos estudiando, se os ocurran y os apetezca hacer. 
Las clases y este espacio serán lo que vosotros hagáis de ellos.
A leer, a reflexionar, a compartir, y -espero que también- a disfrutar.
¡Bienvenidos!